El jefe perverso narcisista
El caso Sr. Z
Pablo Blanco Cabirta
6/11/20245 min read


Se abre la puerta y, la traspasa, entre sonriente forzado y cara de no tengo ganas de verte. Dueño de una verdad absoluta y de pre-juicios nada gestionados, el señor Z es uno de mis clientes y el que más desafíos profesionales me presenta, básicamente porque puedo trabajar con toda su organización, excepto con él y él, él no puede conversar conmigo.
Dirige una organización mediana, en expansión y crecimiento, más no en desarrollo. Las organizaciones pequeñas y medianas, dueño-dependientes, se desarrollaran hasta donde sus dueños se desarrollen y el señor Z hace ya un tiempo que elige no desarrollarse. Y como sabe que descubrí su perfil, simplemente me evita.
En esta reunión ya no me quedaron dudas, aquellas herramientas, fortalezas, habilidades y competencias que le permitieron crear una organización con un propósito atrapante y trascendental, hoy se convierte en su propio ancla.
Una canción del Maestro Facundo Cabral (1937–2011), narrada con su inconfundible voz, rezaba: “Por el mundo caminado, he podido comprobar que el que fácilmente halaga, fácilmente insultará”
Esa es la dinámica del Señor Z, dueño de un carisma único, comienza sus frases con un halago, directo, preciso, como un arma letal que penetra en el alma de aquellos que lo idolatran, que lo observan como un ser superior, que se sienten atrapados por su historia y sus primeras ideas.
Hasta, hasta, hasta, hasta que deja de suceder. La misma persona que, para los ojos del Señor Z, ayer era un ser maravilloso, de un talento único e indiscutible, portadora de una capacidad, habilidades y fortalezas no comunes en este mundo, hoy, simplemente hoy, es un una persona traidora y tonta.
Al entrevistar a las personas que trabajan a su lado, los comentarios son siempre los mismos. No escucha, está parado en una verdad absoluta, nos trata mal, se enoja mucho si no hacemos lo que quiere, es incoherente con la Misión de la organización, no le creemos, nos desordena, nos hace sentir seres inferiores a él. Tal vez estés pensando que estoy describiendo a alguien de tu organización, pero, por ahora, continúo hablando del Señor Z.
La idea me da vueltas hace ya un tiempo, pero ninguna de las definiciones tradicionales sobre Jefes me convencía para describir al Señor Z y, a tantas otras personas, que como él, dirigen organizaciones y forman parte de grupos constituidos.
Hasta que en el regreso de un viaje, navegando por el diccionario y recordando la charla con tantos colaboradores de la Organización del Señor Z, encontré las palabras que definen todas sus acciones.
El Señor Z ES PERVERSO NARCISISTA: El perverso narcisista es una persona sin capacidad de empatía real. Su empatía es más bien utilitaria, pues sólo reconoce las necesidades del otro en la medida que sirvan a su propio beneficio.
Para Marie-France Hirigoyen (El abuso de debilidad y otras manipulaciones, página 172), el perverso sabe cómo seducir al grupo y conseguir que funcione de manera inhabitual; conoce sus límites y frena su acción cuando percibe que puede ser descubierto.
El perverso narcisista practica la confusión de los límites entre sí y otro. Incorpora las cualidades el otro, se las asigna grandiosamente, para atenuar su debilidad. Estas cualidades convenientes, son las que niega a su verdadero dueño. La seducción es un aspecto crucial de esta estrategia. La seducción perversa se hace utilizando los instintos protectores del otro. Esta seducción es narcisista: se trata de buscar en el otro el único objeto de su fascinación, es decir la imagen amable de uno mismo.
Los individuos perversos narcisistas, según Alberto Eiguer, son aquellos que bajo la influencia de su “grandioso yo”, intentan crear un vínculo con un segundo individuo, atacando muy especialmente su propia imagen de integridad con el fin de desarmarlo. Para Eiguer, estos individuos atacan el amor propio de los otros, su confianza y la autoestima para hacerles creer que el vínculo con el perverso es irremplazable y que es el otro quien lo solicita.
El perverso narcisista adolece de incapacidad patológica para sentir culpa y sólo le preocupa la imagen que proyecta al resto, sin llegar a considerar a los otros como personas, es decir para él sólo son objetos que puede utilizar.
El perverso narcisista no se interesa por la realidad, sino por el puro juego de las señales lingüísticas. Para él, la ley es la de su deseo, en el momento. El perverso narcisista gusta de la controversia. Es capaz de apoyar una opinión un día y de defender las ideas opuestas el día siguiente, justamente para hacer renacer el debate o, deliberadamente, para chocar. (Marie-France Hirogoyen, “el Acoso Moral”, página 108).
El perverso intenta impulsar a su víctima a actuar contra él para a continuación poder denunciarla como “mala”. Lo que importa, es que la víctima parezca responsable de lo que luego le va a ocurrir. (Marie-France Hirogoyen, “el Acoso Moral”, página 122)
Esta pequeña investigación sobre los perfiles perversos narcisistas me han llevado a pensar cuáles son las señales que puedes tener en cuenta para saber si estás bajo la influencia de este perfil.
1) Victimizar: Hacer de otros su víctima para aumentar la imagen defectuosa que tiene de sí mismo: tanto si es masculino, como si es femenino, el proyecto de este sujeto son las apariencias engañosas. Este sujeto, por otra parte maestro en el arte de la seducción y del misterio, organiza, a través de un trabajo de zapa psicológico, la demolición mental del otro, ya que es incapaz de respeto de la dignidad humana.
2) Humillar: Sus medios son los propios de la desvalorización, la humillación, la denigración, y también del discurso contradictorio y paradójico, de la polémica sistemática. El recurso a la alusión, a lo no dicho y al sobrentendido es frecuente.
3) Culpabilizar: Es difícil para el acosado de tomar conciencia que está siendo manipulado, en la medida en que el “verdugo” se arregla para no ser nunca tomado en flagrante delito y así, hacer pasar otro como culpable. Acosar, es saber invertir las situaciones, acusar a otros de todas las culpas y de todos los males, es arreglarse para desempeñar siempre el mejor papel.
Si identificas a personas de tu organización con este perfil, pregúntate qué te sostiene allí, si el propósito de tu trabajo o la culpa que el perverso narcisista te genera, o incluso, el miedo a la humillación y difamación pública que se hará de ti si ya no eres funcional. Si la respuesta no es el propósito, sabe que en el mundo hay propósitos maravillosos sin perversos gestionándolos.